domingo, 5 de octubre de 2008

Los relámpagos de agosto


Jorge Ibargüengoitia nació en Guanajuato, Guanajuato, México, el 22 de enero de 1928; y murió en Madrid, el 26 de noviembre de 1983, en un accidente aéreo. Ibargüengoitia, dramaturgo, narrador, traductor, ensayista y periodista, empezó a estudiar ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de México, pero la dejó después tres años para estudiar arte dramático en la misma universidad. Fue becario del Centro Mexicano de Escritores, en teatro, en 1954 y 1956; en 1955, obtuvo una beca de la Fundación Rockefeller para estudiar teatro en Nueva York. También fue becario de la Fundación Fairfield, en 1965, y de la Fundación Guggenheim, en 1969.

Participó en el concurso Premio Teatro Casa de las Américas, en 1963, con su obra El atentado, pero el jurado declaró un “empate” entre la obra de Ibargüengoitia y Milagro en el mercado viejo de Osvaldo Dragún. El siguiente año (1965), obtuvo el Premio Casa de las Américas con su novela Los relámpagos de agosto.

Los relámpagos de Agosto.
Esta novela aborda de una manera fácil e irónica lo que fueron algunos de los episodios de la Revolución Mexicana, Ibargüengoitia nos relata lo que es fue y sigue siendo en la actualidad la lucha del poder, la manera en que algunos por estar arriba pueden utilizar a los demás como simples títeres, la lucha por el poder es algo que no importa si mueren inocentes lo que importa es obtenerlo. José Guadalupe Arroyo es el personaje de esta novela, contándonos de la traición y corrupción por la silla presidencial. Esta historia empieza en tragedia con la muerte del general González electo para ser presidente, tras su deceso se preguntan quién será el próximo sucesor, se realizan reuniones en las que se planean revocar artículos de la constitución a conveniencia. Los que se decían ser sus amigos le dan la espalda sin saber que iban a ser ambos utilizados a favor de Vidal Sánchez presidente en turno. Arroyo vuelve junto con su familia y deja la política para ser un simple comerciante.
Escrito por Brenda Ivette Sánchez Pérez estudiante de comunicación y periodismo de la FES Aragón-UNAM.

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